¡No te imaginas la cantidad de comentarios que he recibido (públicos y privados) en los que me reclaman por qué fui a Israel!
Y confieso que la Gisel de hace un año también se habría preguntado lo mismo. Es necesario entender que los designios del destino pueden ser inhóspitos y sorprendentes.
La razón es muy sencilla: me enamoré de un israelí. Me casé con él y como cualquier pareja enamorada, quisimos conocer todo el uno del otro: nuestros gustos, nuestro pasado, nuestros sueños y esa lista de descubrimiento marital nos dirigió hacia nuestros respectivos países, que resultaron estar aquejados por conflictos ideológicos (lo que sea que eso signifique).
Ambos conocemos el dolor de la guerra. En nuestras conversaciones comparábamos el sonido de los misiles yemeníes con los de los cilindros de gas dirigidos por la guerrilla. Sabemos cómo protegernos en caso de que nos caiga una bomba cerca y tenemos amigos y conocidos que han desaparecido de manera violenta y forzosa.
Tenemos miedos similares. Tememos por nuestros amigos y familiares que aún permanecen en esas zonas. Tememos ser rechazados en las ciudades a las que viajamos. Actualmente vivimos en Madrid. Él teme ser expulsado de algún establecimiento por ser Israelí, ser abordado por musulmanes que puedan hacerle daño y yo temo a no ser tenida en cuenta laboralmente por ser colombiana y a ser aún más estigmatizada por estar casada con un israelí (como diría el reguetón: La combi completa)
Este blog no es para defender a nada ni a nadie, sino para mostrar el lado humano de todo el conflicto y el dolor. Quisiera gritarle al mundo sobre la injusticia de la estigmatización y la polarización. ¡Dios! ¡El daño que ésto le ha causado al mundo no tiene precio ni nombre!
Ambos cargamos con el peso de nuestros países. Dolores que no causamos nosotros pero que hacen parte de nuestras inevitables raíces.
Ambos también compartimos nuestro rechazo a lo que está sucediendo en la Franja de Gaza. De hecho, muchos israelíes están muy en contra de ello, marchando, haciendo lo que pueden para frenar la masacre, los secuestros y el dolor.
El primer ministro de Israel no es un líder amado o respetado en su país. Sus decisiones frente a Gaza son rechazadas fehacientemente por un porcentaje muy alto de la población. Y muchos israelíes reconocen que las conflictivas raíces de la formación de su país, era una bomba de tiempo que algún día estallaría y alcanzaría a israelíes y palestinos de diversas formas.
«La periodista israelí Amira Hass ha criticado fuertemente la formación de Israel y la ocupación de territorios palestinos. Es conocida por su trabajo como corresponsal del diario israelí Haaretz, informando desde los territorios palestinos ocupados desde 1991». Wikipedia
Por eso, si me lees y aunque tengas una ideología arraigada sea cual sea, te invito a que la dejes de lado un momento para ver el lado más importante e ignorado en esta discusión: El lado humano más allá del discurso y del activismo de escritorio.
Toda esta antesala, es para contarte lo que me sucedió en el Aeropuerto Internacional Ben Gurion en Tel Aviv, Israel. Experiencia catalogada como la ganadora en mi top 5 de momentos más violentos.
El Aeropuerto Ben Gurión
Este es uno de los dos aeropuertos más grandes y seguros de Israel. Su seguridad está a cargo de las Fuerzas de Defensa Israelí, que no son cualquier cosa. Todos sabemos lo implacables que son. El aeropuerto ha sufrido varios ataques terroristas, pero ningún secuestro.
Antes de la guerra actual con Gaza, este aeropuerto recibió muchísimos turistas, atraídos por las reliquias y monumentos de carácter religioso. Pero esas cifras bajaron debido al conflicto, a los altos costos de los vuelos por la situación y por el veto que está recibiendo Israel a nivel mundial.
A pesar de todo esto, decidimos ir a visitar a la familia de mi esposo en Marzo de 2025. Parecía ser una época medio tranquila; además mi esposo no había visto a su familia desde hacía casi dos años. Ellos aún no me conocían en persona y moría de ganas por conocerlos.
Obtuve mi visa casi que de inmediato y a un buen precio. Los requisitos para entrar eran normales: tiquetes de regreso, tener las reservas de hoteles a la mano por si acaso, tener algo de dinero y listo. La verdad no me pidieron ninguno de esos documento, salvo la visa y el pasaporte, pero sí me hicieron esperar dos horas después de la llegada del vuelo, revisando no sé qué.
Esa parte fue algo agotadora, porque no fue un vuelo corto y moría de hambre. Ya cuando por fin me dejaron salir del aeropuerto todo fue muy ameno. Los familiares de mi esposo me comentaron que al parecer estaban endureciendo los procesos de manera reciente.
En resumen, mi estadía en Israel estuvo agradable. Conocí personas amables y fue un alimento para mi mente curiosa. Mi peor momento lo vine a vivir cuando iba a dejar el país, en el Aeropuerto Ben Gurion.
Ya para regresarnos, teníamos el vuelo muy temprano y llegamos al aeropuerto alrededor de las 2 am. Todo parecía normal y llegamos al primer filtro de seguridad. Necesitábamos que nos pusieran un sticker en el pasaporte como visto bueno para abordar.
La revisión de seguridad era en una pequeña mesa y en ella había dos chicas jóvenes, como de 20 años. Cuando le entregué mi pasaporte a una de ellas. Me preguntó que si sabía inglés y le dije que yes. Miraba el pasaporte y me miraba a mí, con odio. Eso fue algo desconcertante porque jamás me había pasado eso. Aún así, mantuve la calma.
A mi esposo no lo ficharon tanto como a mí. Me estaban prestando especial atención por alguna razón. De ahí en adelante la comunicación fue violenta, con una ira irracional hacia mí, con burlas y atacándome psicológicamente.
Primero me respondían con odio, y luego se miraban entre ellas como burlándose. Hubo un momento en el que simplemente me bloqueé y mi esposo trató de ayudarme a responder, y a él también lo atacaron.
Ellas me preguntaron qué me pasaba, sin dejar de lado su violencia. Yo me llené de valor y les respondí que no estaba acostumbrada a que me trataran así en ningún aeropuerto y que tenía problemas para responder cuando me trataban con violencia.
Esto fue como echarle gasolina a la candela. Su ira se incrementó, alegando que ellas no eran violentas, que tal vez yo escondía algo y por eso tenía miedo, y se reían entre ellas. Me sentí como en esas escenas de películas con militares maquiavélicos. Me resultó muy surrealista y hubo varias cosas que me dijeron que simplemente mi mente bloqueó y no logro recordar.
Vi en estas chicas sevicia, crueldad, violencia irracional, pero sobretodo, una implacable técnica de tortura piscológica. Después de que las preguntas cesaron, me pusieron el sticker y me dejaron seguir. Fueron los quince minutos más horribles de mi vida.
Y es muy loco porque no me tocaron, no me robaron. Sólo con sus palabras, sus miradas, su tono de voz, lograron hacerme sentir como si mi vida corriera peligro.
Y mi esposo no pudo hacer nada. Él también estaba atónito frente a esa situación. Jamás había presenciado algo así. Una vez nos dejaron pasar, yo rompí en llanto. Y las dos chicas al notarlo, se descocieron de la risa como si estuvieran presenciando lo más gracioso del mundo. Me miraban desde lejos y se reían aún más fuerte.
En ese momento estallé y les dije que las iba a denunciar por abuso y violencia. En ese momento llegó una mujer más madura a revisar la situación. Le comentamos con detalle lo que pasó y ella se disculpó.
Yo le exigí los nombres de las dos chicas porque iba a poner una queja formal. Y ella no quiso dármelos, sólo me indicó que debía irme porque ya iba a perder mi vuelo. Me dijo además que ella se encargaría de hablar con ellas. Pero la sentí permisiva con la situación.
Yo no quedé tranquila, traté de poner la queja en la sección de servicio al cliente pero nadie me ayudó. Todos muy amables, pero su respuesta fue que ese era el procedimiento normal. ¿En serio les parece normal este tipo de violencia?
Puse una queja formal por correo, la cual contestaron con prontitud. En ella me indicaron que lamentaban el hecho, pero que ese era el proceso normal y que por ende mi queja sería dada por finalizada. Exigí entonces los nombres e identificaciones de las dos funcionarias porque quería hacer una queja más dirigida pero me negaron la información.
Aunque fueron muy amables en ese correo, nadie respondió ante esta situación. Es como si en ese horrible escritorio en la sección de seguridad, esos funcionarios pudieran hacer lo que quisieran sin consecuencias. Me niego a creer que traten así a todos los turistas que van a Israel. Me gustaría saber si a alguien más le ha pasado algo así en este aeropuerto.
Días después, recibí un correo de la Embajada de Israel indicándome que mi visa había sido cancelada. Al informarme más, me enteré que ahora en adelante toca solicitar la visa con más exigencias cuanto a documentación y con requisitos no tan sencillos de cumplir.
Según los comunicados oficiales, esto se debe a la ruptura en las relaciones de Colombia con Israel. Actualmente no puedo entrar a Israel para visitar a los familiares de mi esposo quienes a su vez, son también mi familia ¿Ven a lo que me refiero?
No puedo imaginar los dramas que deben estar viviendo todos aquellos que tienen que separarse de sus familias por temas de violencia. Y me refiero a todos en el mundo.
Si tienes pensado viajar a Israel, prepárate porque no será fácil entrar o salir, si eres de Colombia. Espero que corras con mejor suerte que yo.